El Vendedor

Los vendedores representan un gran problema para sus jefes, los compradores y sus esposas, para los administradores de crédito, los hoteles y a veces entre ellos mismos. De manera individual y general, son criticados y discutidos en las reuniones de ventas, convenciones, detrás de puertas cerradas, en los baños, en los bares, y por nuestros propios labios de muchas maneras y con mucho fervor.

Ellos hacen más ruidos y cometen más errores, crean más entusiasmo, corrigen más equivocaciones, arreglan más diferencias, hacen correr más rumores, explican mayor número de discrepancias, escuchan más quejas, pacifican las beligerancias y están más tiempo bajo presión, todo esto sin perder su compostura como ninguna otra clase de personas que conozcamos -incluyendo los sacerdotes-. Viven en hoteles, taxis y carpas, en trenes, buses y bancas de los parques, comen toda clase de comida, beben toda clase de líquidos -buenos y malos- antes de dormir, durante y después de los negocios sin otro compromiso que el que brinde el clima y sin ninguna clase de agradecimiento de parte de la oficina.

Sin embargo, los vendedores son un poder para la sociedad y para la economía en general. Consiguen y gastan más dinero haciendo un menor esfuerzo y con menor ganancia que cualquier otro grupo de personas en el mercado. Llegan en los momentos menos apropiados, con el menor pretexto, son más constantes entre más nos opongamos a ellos, indagan acerca de lo más personal, hacen más comentarios, sortean mayor número de inconvenientes y dan más cosas por seguro sin importar la gran oposición que enfrenten que cualquier otro grupo o cuerpo, incluyendo al ejército. Presentan más mercancía innovadora, venden más mercancías viejas, cargan y ponen en marcha más camiones de transporte, descargan más barcos, construyen más fábricas, ponen en marcha más negocios nuevos y escriben más débitos y créditos en nuestros registros que todas las demás personas en el país. Con todas sus fallas, mantienen las ruedas del comercio en movimiento y las corrientes de las emociones humanas fluyendo. Nada se podría decir más de cualquier clase de persona. Cuídate de decirle a alguien «vendedor», a menos que lo estés halagando.

Escrito por Donald Benenson y publicado en el libro: Ventas, manual definitivo para el vendedor profesional de Zig Ziglar.

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